Veo una mujer pasear por delante de mi casa desde hace un par de días, lleva bolsas de compra llenas de lo que intuyo serán todas sus posesiones. Es mayor y luce un moreno del que vive 24h en la calle. Mi primer encuentro con ella fue al tirar la basura. Tiré mis bolsas en sus respectivos cubos sintiéndome bien conmigo misma por reciclar desde hace ya tiempo. Al irme me di cuenta que rebuscaba, probablemente algo de comer. Pero giré la mirada y me fui sin más a comprar al supermercado. Encontré el supermercado cerrado y sentí que era el “karma” volviendo a mí. Me sentí mal.

A la vez que escribo esto, miro de nuevo por la ventana y veo una chica pasear a sus perros. Me extraña cómo mira de lado a lado como buscando algo. Mete la mano en su bolso y deja al lado de un árbol un puñado de algo que no alcanzo a ver, de repente un gato salta hacia ella y me doy cuenta que lo que había en su mano era comida (de nuevo la comida conecta eventos…). Pienso que es un acto precioso y me siento incómoda pensando que la juzgué por unos instantes, pensando que dejaba basura mientras se aseguraba que nadie la viera.

La mujer ya se ha ido, pero el gato sigue ahí, observo cómo juega con un trozo de plástico que rueda por la fuerza del viento…se entretiene un rato y va a buscar un sitio al sol para echarse, que normalmente es o debajo o encima de un coche, depende del fría que haga. Me encanta cuando se pone encima, es como el rey de la calle ahora que no hay nadie paseando. Siento que los animales deben ser felices estos días. Observo cómo disfruta y me pregunto cuándo voy a disfrutar yo así. Hago tanto yoga, tanta respiración y meditación para alcanzar ese estado que el gato consigue sin esfuerzo. Y me doy cuenta de la desconexión con mi naturaleza interna pese a reivindicarla cada día en mis sesiones de yoga, en mis conversaciones con otros, en los consejos que doy no del todo segura si los llevo yo misma a la práctica.

El gato pega un salto de nuevo porque el coche se que había elegido se pone en marcha. Un solo chico se monta en él, ahora por las circunstancias, pero a pesar de la cuarentena, solemos ir solos en el coche. ¿Un coche para cada persona? ¿Y porqué necesitamos tantos coches?, me pregunto. Y en mi cabeza retumba una voz, como si de mi alterego se tratase, “señorita, pero si te acabas de comprar un coche… ¡y nuevo de trinca!”. Y es verdad cuando digo que siento dos personas en mi interior, una mujer ecologista, libre y alternativa que cree en un mundo mejor, y otra que acalla, complace, gira la mirada, prejuzga y sigue la manada. Una división que no es muy yóguica. Y vuelve de nuevo ese conflicto interno, porque predico una unión que no llevo dentro. 

Pero de repente mi memoria me lleva a mi formación de yoga, con mis compañeras y mis profesores…, y luego llegan más recuerdos de amigas, libros y momentos mágicos de sencillez absoluta y paz, mucha paz. Y de nuevo comprendo, con los ojos húmedos de emoción, que pese a ver división en mi interior, soy una, soy Él, soy Perfecta en mi imperfección. Y mi división no es más que mi mente pensante con miedo, duda y deseo de algo que no soy. Y todo, todo está bien en mi mundo, como bien dice Louise Hay. 

No siento división ya, sé que puedo trabajar en ser mejor, sé que cada día que hago yoga, dentro y fuera de la esterilla, practico esa unión para volver a a casa, ese lugar en el interior de cada uno que huele a hogar. Y allí me siento bien, a salvo, como un niño que carece de responsabilidades por unos instantes sabiendo que al final del día le espera el abrazo cálido de sus padres. 

Busca ser mejor cada día, busca la excelencia en este plano de existencia que dura un suspiro aunque los años parezcan muchos. No esperes, haz un acto de amor hoy. El mío es escribir mi verdad esta mañana, es no cancelar mis colaboraciones a ONGs aunque me cueste llegar a final de mes, es seguir compartiendo lo que he aprendido con el alma del Karma Yoga (acción desinteresada) dedicando tiempo y esfuerzo de la manera que mejor sé. Reciclar, usar menos mi coche nuevo, sonreír a la mujer de la calle aunque aún no me salga darle nada, porque en mi naturaleza me han inculcado la desconfianza; pedir perdón cuando me de cuenta que juzgué a alguien, porque sé que siempre hay otra visión de las cosas, no sólo la mía. Y no ser tan dura conmigo misma, ni tan productiva ni exigente. Dejarme llevar por mis ganas de descanso y descansar por fin. Porque todo está bien en mi mundo. Y en el tuyo, también.

Haz un acto de amor hoy. Practica Yoga hoy.

¡Feliz práctica fuera de la esterilla!

Con amor,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *